Compartir nombre con uno de los fantasmas más populares e internacionales de la historia ha propiciado un sinfín de equívocos sobre los orígenes del nombre de este cóctel; que nada tiene que ver con los poltergeist. De hecho el único misterio que envuelve a la Dama Blanca es, como suele suceder en estos casos, el nombre de su autor. Algunas voces aseguran que fue creada por Harry Craddock del Hotel Savoy de Londres durante 1920; otras afirman que la receta pertenece al escocés Harry McElhone, del Ciro’s Bar también en la capital inglesa.
Fuese como fuese, la dama blanca vivió sus años dorados de la mano de McElhone; cuando éste, una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, se hizo cargo de la barra del legendario Harry’s New York Bar de París y perfeccionó su fórmula, sustituyendo la crema de menta original por ginebra. Cambio clave para que dos reconocidos amantes del gin, Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald, eligiesen entre sus cócteles predilectos a la dama blanca (ginebra, cointreau, zumo de limón y hielo); que pronto se convertiría en uno de los combinados preferidos por la clase alta europea, incluyendo a Elizabeth Bowes-Lyon (la Reina Madre), primero y la fauna hollywoodiense después.
¿Opciones cinematográficas para visionar a la par que se degusta un white lady? Si os van más las historias de fantasmas y encontrar relaciones dónde no las hay, podéis optar por «El misterio de la dama blanca»; una intriga sobrenatural de los 80 protagonizada por Lukas Haas (el niño de «Único testigo»). No obstante, para centrarnos en el cocktail, os recomendaría que os decantaseis por una sesión doble compuesta por Remember last night? y Topper («Una pareja invisible»); películas que, aunque no estén exentas de misterios y fantasmas, sí reflejan la relevancia y el protagonismo que tuvieron los cócteles durante los años 30.
A destacar la presencia de bebidas alcohólicas en ambas carátulas
En la primera de ellas, de misterio y dirigida por James Whale (grandioso cineasta, a menudo subestimado por su tendencia al género fantástico), observaréis como, durante la juerga etílica que desata los funestos acontecimientos, los protagonistas se refrescan a base de champaigne, vino, whysky & soda y varios sidecar; cóctel muy similar al white lady. Tan sólo cambia la ginebra por brandy.
La segunda narra, en clave de comedia inocua, las aventuras de una recién difunta pareja de fantasmas que se instala en la mansión del presidente de un banco. Si bien no alcanza la excelencia del montón de obras maestras que nos dejó esa década, posee cierto encanto y reserva algunos pasajes que merecen ser revisados. Entre ellos la escena en la que Constance Bennett zanja una amena batalla dialéctica con Cary Grant ofreciéndole a éste un pink lady; otra variable de la dama blanca que, en este caso, sustituye el cointreau por granadina.
Os invitamos a que os dejéis seducir por nuestra dama blanca
Hola, quizás os interese saber que tenemos una colección que incluye el relato ‘The Curious Case of Benjamin Button’ de F. Scott Fitzgerald en versión original conjuntamente con el relato ‘The Swimmer’ de John Cheever.
El formato de esta colección es innovador porque permite leer directamente la obra en inglés sin necesidad de usar el diccionario al integrarse un glosario en cada página.
Tenéis más info de este relato y de la colección Read&Listen en http://bit.ly/natj5h.