El agente secreto menos discreto y más famoso de todos los tiempos cumple, tras 26 películas -tres de ellas no oficiales- y un montón de videojuegos, medio siglo de vida. Vida cinematográfica se entiende, ya que si tenemos en cuenta al personaje literario, creado en 1952 por Ian Fleming, deberíamos añadirle una década más… pero no seremos nosotros quienes le hagamos ese feo. Es más, lo que más nos gustaría es celebrarlo con todos vosotros brindando con su su cocktail favorito: martini con vodka. Agitado, no removido.
Probablemente, tanto si os van las películas de Bond como si no, hayáis escuchado más de una vez que en las versiones dobladas al castellano Bond se refiere a su cocktail como «batido, no agitado». Una de las muchas malas traducciones que nos han regalado los doblajes poco rigurosos. «Shaken, not stirred» (literalmente sacudido, no removido) es su fórmula. Una manera de hacer que, por otra parte, los expertos en martini consideran poco menos que una herejía; puesto que al ser sacudida, la ginebra pierde intensidad y fuelle. Dicho esto, echemos un vistazo a todos los martini de que ha ingerido 007.
Doctor No: El primer martini fílmico de 007 se lo sirve un mozo de hotel. Un poco más tarde, retenido (o infiltrado, según se mire) en las instalaciones del villano, el Doctor Julius No le ofrece otro… también en su punto.
Goldfinger: Bond pronuncia aquí el famoso «shaken, not stirred» por primera vez en la serie, aprovechando el gentil servicio de la asiática que trabaja como azafata del avión propiedad del megalómano Auric Goldfinger. Cómo veis, ni secuestrado pierde la ocasión de degustar uno. Clase y buena vida ante todo.
Sólo se vive dos veces: Tras comprobar que efectivamente se trata de su contacto en Tokyo, Bond acepta la invitación etílica del señor Henderson (encarnado por Charles Gray, que años más tarde daría vida a su archienemigo Ernst Stavro Blofeld en Diamantes por la eternidad). Y sí, éste también conoce la debilidad del agente con licencia para matar -y beber- por el «shaken, not stirred».
Al servicio secreto de su Majestad: Tras persuadirle con muy malas artes, Marc Ange Draco (futuro y único suegro de Bond) pide un campari a uno de sus siervos y un martini para 007. Un poco más tarde, justo antes de infiltrarse en unas oficinas en Suiza con el fin de descubrir el paradero de Blofeld, James ruega a Draco y a su hija Tracy que mantengan la temperatura de la preciosa bebida en su punto mientras dure su misión. Fueron los dos únicos que bebería el olvidado actor australiano George Lazenby.
La espía que me amó: Mientras intentan hacerse con un microchip robado por Max Kalba, dueño de un casino de El Cairo que acaba siendo asesinado por el gigante Jaws, 007 y la agente soviética Anya Amasova -también conocida por el sugerente alias de Triple X, interpretada por la guapísima Barbara Bach; esposa de Ringo Starr- demuestran sus conocimientos sobre el uno y el otro pidiendo en la barra sus respectivas bebidas favoritas. La de ella, un bacardi con mucho hielo.
Moonraker: Bond viaja a Río de Janeiro con el fin de hallar pistas sobre el paradero de la base espacial de Hugo Drax. Al llegar a su lujoso piso franco, la delicada Manuela -su contacto de rigor- le está preparando uno… y sí, también tal y como a él le gustan. Some guys have all in luck!
Octopussy: Mucho antes de pelear a brazo partido con Sandokan Gobinda -esbirro de Kamal «Louis Jourdan» Khan- sobre la cubierta de un avión a tres mil pies de altura (una de las escenas más épicas y LOL de la saga bondiana), 007 comparte bebida con la atractiva Octopussy. Eso sí, esta vez la Bond girl le sugiere que se prepare el cocktail él mismo.
Panorama para matar: En esta ocasión, no hay cocktail… sólo vodka sumamente agitado, y caviar Beluga en el interior de un submarino con forma de iceberg. A juzgar por la apariencia de la señora que le acompaña, el sacrifico del martini y los otros elementos que componen el brebaje merece la pena.
Alta tensión: Timothy Dalton duró poco, pero aprovechó el tiempo. Al llegar a la recepción de un famoso hotel vienés, pide dos para ser consumidos en la habitación con el fin de seducir a la ingenua concertista Kara Milovi (Maryam D’Abo).
Licencia para matar: Su compinche de la CIA Pam Bouvier (a la que dio vida la modelo de Calvin Klein Carey Lowell) le pide uno de muy mala gana tras comprobar que Bond a fijado su objetivo en Lupe Lamora, la mujer del despiadado narcotraficante -Franz Sánchez, interpretado por el carismático Robert Davi- al que pretende dar caza para saciar así su sed de venganza.
Goldeneye: Pierce Brosnan estrenó su cuenta martini junto a la lasciva Xennia Onatopp -memorable trabajo de la top model holandesa Famke Janssen- en el Gran Casino de Montecarlo. Avanzado el filme, en su primer encuentro con el traficante Valentin Zukovsky -simpática actuación de Robbie Coltrane-, éste se refiere a Bond como «el encantador, sofisticado agente secreto. Sacudido, pero no revuelto.»
El mañana nunca muere: Antes de ser asesinada a manos del sádico doctor Kaufman por orden de su propio marido, Paris Carver -la desesperada Teri Hatcher- comprueba que Bond no ha perdido las buenas costumbres.
El mundo no es suficiente: Al margen del martini que consume -tranquilamente, tras una impresionante maniobra agresiva sobre un pobre esbirro común- en el casino del citado Zukovsky; el filme tiene el honor de ser el primero en contar con un tema musical, obra de Sheryl Crow, que menciona la milagrosa panacea de 007 en la línea «Martinis, girls and guns».
Muere otro día: Después de ingerir un par de mojitos en Cuba, Bond toma un avión con destino a Londres. La azafata encargada de servirle el martini de rigor fue interpretada por Deborah Moore, hija del grandioso Roger. Un poco más tarde en Finlandia, pide otro en la gélida barra de un impresionante palacio de hielo propiedad del impulsivo Gustav Graves.
Casino Royale: En su primera incursión bondiana, Daniel Craig bautiza la fórmula con el nombre de Vesper. Haciendo así honor a la novela original de Fleming. Después, tras ser perder una fortuna en la mesa de poker frente a Le Chiffre -Mads Mikkelsen- y ser cuestionado por el barman sobre si prefiere el martini sacudido o revuelto, Craig pronuncia una de las frases más célebres de la saga: «Hago cara de que me importe». Por otro lado, Bond tiene su primera mala experiencia etílica por culpa del veneno que le vierte la exuberante pareja del villano; encarnada por la impresionante modelo croata Ivana Milicevic.
Quantum of Solace: Tras perder a su amada Vesper -la inolvidable Eva Green- en el anterior filme, Bond abusa del martini en compañía de su aliado Mathis; también visto en Casino Royale y al que dio vida el italiano Giancarlo Giannini.
Skyfall: Aunque no se observa cómo lo demanda, en el Casino de Shanghai saben que a Bond le gustan los martinis secos y muy agitados… y más si los toma a las puertas de una nueva conquista tan bella e inquietante como Sévérine (encarnada por la asombrosa Bérénice Lim Marlohe). Pese a la insistencia de cierta marca de cerveza, podemos dar por supuesto que, al igual que 007, este cocktail tiene cuerda para rato tanto dentro como fuera de la saga.
Fugaz recopilatorio de martinis bondianos memorables
Otras bebidas de 007: El bar de James Bond incluye: Champagne Dom Pérignon (Moonraker, La espía que me amó, El hombre de la pistola de oro), Champagne Bollinger (Goldfinger, Casino Royale, Quantum of Solace), whisky Talisker (El mundo no es suficiente y Muere otro día), Jack Daniel’s (Goldeneye), The Macallan Whisky (en la inminente Skyfall), Vodka Stolichnaya (ya citado en Panorama para matar), vodka Smirnoff (Doctor No), ron Mount Gray y soda (Casino Royale), Heineken (Muere otro día, Skyfall. En esta última cabe destacar que ha sido el propio Daniel Craig quien se ha quejado por la inexplicable ausencia del martini con vodka), Red Stripe Lager (en la novela El hombre de la pistola de oro y Doctor No), Miller High Life (Vive y deja morir), Châteu Angélus (Casino Royale), mojito (Muere otro día). Para acompañar, puros Romeo & Julieta Churchill (Operación Trueno)
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